martes, 30 de octubre de 2007

Capitulo 4: Siempre tendremos esta ciudad

El humo llenaba la habitación, la risas la cubrían desde el suelo hasta el techo, creando una pared invisible que lo separaba del resto, Daniel estaba ahí, solo, sentado en el borde de un sillón riendo con sus amigos, fingiendo reír con sus fingidos amigos, no era que no los quisiera, en otra época había aprendido a quererlos, pero habían pasado tantas cosas desde entonces, y ellos lo sabían, estaba todo el grupo de antes, casi todos, solo faltaba Elisa, la mujer que lo seguía en sueños y sombras, e Ignacio, su mejor amigo, el único que podía ayudarlo, y el único que se negaba a verlo. Daniel cerro los ojos un segundo y repente sintió su aroma, ese perfume fresco y alegra que conocía de memoria, Elisa. Elisa estaba ahí frente a el, nadie parecía percatarse, y sentándose en su rodilla le dio un beso, Daniel se dejo caer hacia atrás, sus pensamientos se arremolinaban, algo estaba mal, el lo sabia, pero no quería pensar en eso ahora, no quería dejar de besarla, recorría cada parte de su cuerpo conocido con sus manos, sus muñecas flacas, su espalda perfecta, su cintura suave, y derrepente ella se levanto y camino por el pasillo, dejándolo solo un segundo, para reaparecer solo su cabeza luego en la esquina del corredor, llamándolo con la mirada y dedicándole una sonrisa fugaz.


Las mentiras tenían una forma muy cruel de presentarse ante Daniel, se presentaban en formas de verdades evidentes, antiguas y reverenciales, venían siempre en blanco y negro, con esa voz aspera de galán de los años 40, envueltas en exceso de humo y gin, y siempre usaban los mismos nombres para presentarse, Creencia, Fe, Certeza, Amor. Esta ultima venia ahora, descaradamente envuelta en la piel de su amada, el problema es que ahora no le creeria, a pesar de ver el tatuaje en la muñeca que él le había acompañado a hacerse, a pesar de sentir su perfume, a pesar de ver la pulsera con el centro de la moneda que el tenia colgado en su cuello, esa pulsera que había marcado un año, amarrada ahí, en su brazo izquierdo, extendido, llamándolo. Las mentiras tenían una cruel forma de presentarse ante Daniel, ya que lo hacían siempre con la misma frase "Siempre tendremos esta ciudad". Y siempre había sido un tonto por las frases repetidas.

Pensó que era una de esas mañanas frías, de esas que nadie quiere enfrentar solo, pero luego recordó a la persona a su lado, a su adorada Elisa, y abrió los ojos para verla, pero no era ella, no era su aroma, no era su piel, no era ella la que yacía allí desnuda dormida entre sus brazos, era otra mentira, pero esta había sonado real, y un nombre se le vino a su cabeza dolorida, un nombre que ahora le sonaba distante, casi trágico, y demasiado amargo para pronunciarlo, sin hacer ruido se levanto con cuidado para no despertarla, y salio lentamente de la pieza solo para ver a sus amigos durmiendo por todas partes desparramados por el departamento. El lugar apestaba a vomito y humo, el hedor le golpeo la cara y le revolvió el estomago, pero se siguió moviendo, recuperando su chaqueta con cuidado, sintió una mirada de reojo y se dio vuelta y vio a unos de los tipos en el suelo sonreirle como un complice antes de caer inconsciente otra vez, Daniel sintió que la rabia se apoderaba de el otra vez, la sintió trepar desde su corazón e invadirle todo el cuerpo, cerro los puños y se trago el grito que tenia hace días pegado en la garganta, y salio del departamento, estaba dispuesto a terminar esto hoy, y sabia quien debería darle todas sus respuestas, y cualquier cariño que le tuviese en tiempos pasados, desapareció bajo el odio y la rabia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Daniel se emborrachó demasiado Aldo, no se cual es tu manía de relacionar todo con el alcohol. Y Elisa es un bonito nombre. Y baja "Mi gin tonic" de calamaro, te va a gustar y si no quieres bajarla, lee la letra porque te va a gustar.
Te quise ayer, hoy y mañana te voy a querer mas, pastel jugoso.
Chao