jueves, 23 de agosto de 2007

Capitulo 1: El ruiseñor moribundo

Era una mañana fria, de esas que nadie quiere enfrentar, la nieve cubria el paisaje afuera de su ventana, y el joven yacia ahi, en su cama, tapado hasta los hombros, con un ojo abierto mirando perdidamente la pared, llevaba en esa posicion por incontables segundos, con miedo a moverse y comenzar el dia, por un minuto fugaz penso en dar vuelta la cara y hundirla en la almohada, pero sabia que no podia ser asi, el dia no lo esperaria, el dia no iba a dejarlo estar en su descanso. Tomo aire por ultima vez y se levanto de un salto, el frio lo golpeo en la espalda y cada musculo reclamo por el esfuerzo, y aun asi sabia que tenia que hacer, camino al baño y abrio la llave de la ducha, y de reojo, creyo ver a un ruiseñor enterrado en la nieve afuera de su ventana.

Era un joven alto, de pelo negro, era flaco, y a pesar de lo que el mismo se decia, era bonito, su pelo negro le cubria las orejas, y sus ojos azules en el espejo le devolvieron la mirada. Los mismos ojos de mi abuelo, penso, el unico en toda la familia en sacarlos. Estaba parado frente al espejo empañado, desnudo exepto por la toalla que tenia amarrado en las caderas, no sabia cuanto tiempo estaba ahi, mirandose directamente y discutiendo en su mente, sobre si dejar o no al tiempo correr tranquilo.

Era un dia de invierno atipico, la noche anterior habia nevado por primera vez en casi un siglo sobre una ciudad que se negaba a respirar aire limpio. Su calle estaba silenciosa, solo la blanca nieve la cubria, y él la miraba extrañado en la ausencia de las habituales risas de niños y gritos de padres apurados. Empezo su caminar pausado, el humo del cigarro revoloteaba alrededor suyo creando figuras que lo abrazaban y le susurraban cosas. Se detuvo abruptamente, golpeado por una pared invisible, dio media vuelta y corrio los escasos metros que lo separaban del patio de su casa, encontro el punto que habia visto por su ventana y se arrodillo, sacando con las manos a un ruiseñor muerto enterrado entre la nieve, Kaiser, su pastor aleman se acerco corriendo a saludarlo, pero el joven solo se quedo ahi, ignorandolo, mirando atentamente esa ave muerta entre sus manos, tenia un pedaso de papel amarrado en la pata derecha, lo saco con cuidado y lo desenrrollo. "No se debe matar a un ruiseñor, no se debe privar al mundo de su canto". Leyo la frase una y otra vez, la habia escuchado antes, la habia pensado antes. Se paro lentamente y se devolvio a la calle, y con toda solemnidad dejo caer al ruiseñor muerto en un tarro de basura. Prendio otro cigarro y se fue caminando, y cuando estaba a muchos pasos y cigarros de su casa, un nube de humo le susurro la respuesta, y todo le parecio tan obvio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te quiero. me gustan tus palabras son tan complicadas que suenan bonitas. no entiendo mucho...pero hago un esfuerzo.